El prolongado silencio que mantuvo el cardenal Juan Luis Cipriani en las últimas semanas fue roto ayer en los arenales de Manchay, hasta donde llegó para entregar regalos y donaciones a familias menesterosas, y no fue precisamente melodía celestial la que salió de sus labios, sobre todo tras la indignante denuncia de la víspera, que involucraba a un familiar del presidente."En estos días he estado en silencio porque el basural que hay es muy grande y prefiero no estar en esa basura", empezó sin una pizca de anestesia.Agregó que la gente espera trabajo, carreteras e inversión y no seguir viendo peleas y acusaciones mutuas entre políticos y congresistas. Mostró igualmente su pesimismo frente a la lucha contra la corrupción. "Cada vez que sale una denuncia no pasa nada y no hay sanción para los responsables. Eso es muy malo, creo que deberíamos ser más claros en la lucha contra este flagelo", recomendó Cipriani.Finalmente, añoró un liderazgo real en el país. "Aquí todos se hacen los locos, nadie quiere asumir responsabilidades y nadie actúa con consecuencia", reclamó.