Por Mercedes Araoz, profesora de la Universidad del Pacífico.Qué duda cabe que somos un país minero. Este sector extractivo es capital para nuestra macroeconomía: el 2023 representó el 9% de nuestro PBI. De cada US$ 10 de Inversión Extranjera Directa (IED) que llega al país, US$4 vienen para la minería. En el 2022, la IED se estimó en US$30,000 millones, de ese monto, US$ 6,917 millones fueron para proyectos mineros. Es decir, es la actividad que más inversión atrae (25%), solo seguido por el sector financiero. Y si analizamos las exportaciones, la minería representó más de la mitad de las divisas que llegaron el año pasado: el 55% de los US$ 64,355 millones, que fue el total de nuestras exportaciones el 2023. En cuanto a empleo, el sector minero genera directamente más de 232,000 trabajadores formales. En su cadena de valor, hay miles de puestos indirectos que también se benefician de esta actividad. Y podemos seguir con más cifras positivas para nuestra macroeconomía aportada por la minería. Sin embargo, se sabía poco del impacto económico y social a nivel microeconómico. Un reciente estudio de Macroestudios, dirigido por Gonzalo Tamayo y Álvaro Monge -que fue presentado el pasado miércoles en el Instituto de Ingenieros de Minas del Perú, en el marco del ciclo de conferencia rumbo a Perumin- ha revelado importantes hallazgos.