Por Luis García Miró Elguera.El Perú aún no aprende de sus aciagas experiencias. En cuanto megaproyecto ha participado, sea directa, indirecta o tangencialmente, las consecuencias han sido catastróficas. Las carreteras Interoceánicas, por ejemplo, resultan siendo no solamente un fiasco económico para nuestro país, que asumió unos presupuestos elevadísimos, inflados por la corrupta empresa brasileña Odebrecht para pagar las megacomisiones que recibieron sus consorciados como Graña y Montero. ¡Y Dios sabe qué otras corruptelas alrededor de este proyecto! Al final del día, las ventajas fueron más evidentes para Brasil, que puede usar la Interoceánica con el propósito de embarcar parte de su carga de exportación, transportada por vía terrestre, desde nuestros puertos del Pacifico, de donde saldrán a diferentes países del orbe. Igual sucedió con la Refinería Talara cuyo costo inicial frisó los US$ 1,600 millones; pero acabó contándonos US$ 7,600 millones, convirtiéndose en la refinería petrolera más cara del mundo; por tanto, la más ineficaz de planeta; considerando la relación entre el costo invertido y los beneficios por obtenerse. Descomunal desbalance entre los precios proyectados, el costo final y la magra rentabilidad del negocio del refine.