Como antesala a la CADE, el clima de optimismo sobre el crecimiento económico y la conducción del Estado no podía ser más auspicioso: 92% del empresariado declaró aprobar las gestiones del presidente García, 95,8% dijo que este año será favorable para las empresas y 92,5%, estar dispuesto a incrementar su inversión en el país.Ante estas alentadoras muestras de confianza --reflejadas en la última encuesta de la Universidad de Lima-- bien vale hacer una invocación al Ejecutivo para que mantenga esta percepción positiva, y no caiga en medidas populistas que marcan precedentes nefastos y que, por favorecer demagógicamente a pequeños grupos, terminan por minar la economía del país y, con ello, ponen en riesgo el éxito de la gestión de gobierno. La atingencia es necesaria ante dos decisiones peligrosamente polémicas --una del Ejecutivo y otra del Legislativo-- que han generado explicable preocupación por su efectismo, más que por su efectividad. Una es la condonación de una deuda de S/.70 millones a prestatarios del Banco de Materiales y otra el proyecto aprobado por la Comisión de Trabajo del Congreso, que propugna eliminar el despido injustificado --aun cancelando 12 sueldos-- y considera nulo todo aquel que no se justifique legalmente.En concreto, retornaríamos a la estabilidad laboral absoluta, con toda la corrida inversionista y empresarial que ello generaría, y la consecuente retracción a contratar más personal. Por último, sospechosamente, la revivida CTP aprista sale a las calles con su pliego laboral. ¿No es mucha coincidencia con lo que pudiera interpretarse como una organizada escala populista del Apra?La Comisión de Trabajo ha aprobado disposiciones que no solo muestran desconocimiento y escaso fundamento técnico, sino que exhuman un fuerte tufo demagógico. Es que si bien se sostiene que se busca respetar los derechos laborales, en la práctica solo se provocarán rigideces e informalidad. Y cero empleo, por supuesto.Así como está, la ley es un paso atrás. No reduce la dramática exclusión que afecta al 80% de la PEA y alentará prácticas negativas que hoy traban la contratación formal de personal. Por ello, el pleno del Congreso no debe aprobar el proyecto, sino buscar una figura intermedia, realista y consensuada.¿A quién beneficia esto? A activistas populistas --incluido el congresista Negreiros-- que verán cumplido su viejo anhelo de regresar a la estabilidad laboral que tanto daño le hizo al país. En tanto, millones de trabajadores informales estarán más lejos que nunca de su formalización. ¿CONDONAR O NO CONDONAR? Llama la atención que el Gobierno haya cedido a las presiones populistas del ministro de Vivienda. Se ha aducido que los deudores son familias de escasos recursos y, sin duda, merecen una solución, como puede ser el fraccionamiento. Pero es que los principios de orden yresponsabilidad tampoco pueden ser usados como arma política. ¿Con qué autoridad se exigirá ahora al resto de deudores que cumplan con sus pagos? ¿Qué mensaje se dará al resto del país en cuanto a la necesidad de cumplir sus obligaciones? ¿Hemos olvidado que en el régimen aprista anterior se destruyó el sistema financiero, en gran parte por prácticas como estas? Ni siquiera programas de crédito de vivienda, como el que conduce el llamado Banco de los Pobres del Premio Nobel de la Paz Muhammad Yunus en Bangladesh, condonan deudas a sectores en miseria. Y es que, de esa manera, se cercena la esencia misma del sistema de ayuda. ¡CUIDADO CON LOS POPULISMOS! El discurso del presidente García ha sido hasta el momento pro inversión, como el único camino para crear empleo, generar estabilidad social y progreso. Por ello, el mandatario debe sopesar las consecuencias de medidas erróneas que oscurecen innecesaria y tempranamente una gestión que goza de la confianza pública. Condonar deudas, devolver los aportes del Fonavi o dar leyes laborales populistas generan chispazos de popularidad. Pero el éxito de una gestión política solo se alcanza gobernando con coherencia y pensando en el bienestar de todos los peruanos, sin consideración de beneficios políticos o partidistas.