Veinte años después del arribo del gas de Camisea a Lima, solo esta ciudad y algunas pocas en la costa peruana disponen de dicho hidrocarburo, el más barato y abundante del país, y el único con el potencial para cambiar -para bien- la vida de sus consumidores.Y es que su uso depara ahorros significativos para los hogares, tanto si hablamos de cocer los alimentos (sustituyendo al costoso balón de GLP) como de calentar el agua o climatizar estancias, actividades que demandan un elevado consumo de energía eléctrica, apunta Erick García, ex director general de hidrocarburos del Minem.De allí el interés de los últimos Gobiernos por llevar estos ahorros a las familias alto andinas y del sur del país, que son las que más lo necesitan para mejorar su calidad de vida.