Aunque, la verdad, quizá nunca estuvo ahí. El piloto automático de la economía peruana, también llamado a veces "cuerdas separadas", hacía referencia a la idea de que el Perú podía seguir creciendo de forma independiente a -o, incluso, a pesar de- su contexto institucional y político.La hipótesis, por supuesto, era tentadora. La política nacional -ahora tan venida a menos- tampoco era un dechado de virtudes cuando el país lograba tasas de crecimiento por encima del 5%. La paradoja a la que entonces se enfrentaban analistas locales e internacionales era cómo podía un país con instituciones débiles mantener su velocidad de crucero. La respuesta que ensayaron fue que, seguramente, "la política iba por un lado y la economía por el otro".Pero el mantra nunca fue cierto. Ahora lo sabemos. La economía peruana siempre necesitó nuevos motores de crecimiento y visos de estabilidad -de predictibilidad- para mantener su dinamismo. Así, conforme las reformas a favor de la competitividad se fueron frenando y los proyectos de inversión bloqueando, la expansión se empezó a frenar.