Nada. Ni la investigación preliminar que le inició el Ministerio Público por presunto delito de tráfico de influencias agravado. Ni las confesiones que hicieron en su contra los colaboradores eficaces señalándolo de haber recibido coimas a cambio de la licitación de obras en Piura, durante la gestión del golpista Pedro Castillo, tal como revelara en su momento Perú21. Ni el allanamiento fiscal e incautación de bienes y documentos en su vivienda y oficina. Ni la prisión preventiva dictada a su asesor por este caso. Nada. Al congresista Guillermo Bermejo, salpicado de acusaciones por corrupción, ni con el pétalo de un rosa en la Comisión de Ética, ya acostumbrada a su descarado blindaje parlamentario.