"Podemos imaginar ese viaje", ensaya Mirko Lauer. "Charlas para los visitantes, ratos libres para fotos frente al Kremlin, algunas con los guías Ivan y Tatiana. Luego, largas explicaciones sobre por qué Vladimir Putin va a ganar esa guerra. Viaje a la tienda de gorros de peletería. Mientras tanto, vodka y más vodka (por la victoria). Y regalos (por la amistad de los dos pueblos)", escribe el periodista checo. La suposición no se aleja de la realidad, a juzgar por la foto que se tomó Guillermo Bermejo frente a la tumba de Stalin, en la necrópolis de la muralla del Kremlin. A 70 años de su muerte, la tumba del ‘hombre de acero’ luce discreta al lado del mausoleo de Lenin, punto turístico visitado por el camarada ‘Che’, donde está prohibido tomarse fotos. Compañeros de ruta han explicado que el consabido tour por el Kremlin incluyó visitas al Museo de la Armería, a la Campana del Zar y al Cañón del Zar. También hubo almuerzo en la City de Moscú -algunos cenaron en el edificio más alto-, show de kazachok, paseo frente al Bolshoi y el monumento a Marx que está cerca, visita a las catedrales y a los centros comerciales. Y varias reuniones con bebidas espirituosas en cantidades eslavas. Sobre todo, shots de vodka, desde el ruso Beluga hasta el polaco Pravda. Y, por supuesto, una visita al bazar para comprar un ushanka o gorro de piel. Una parada ineludible. Porque Bemejo no podía permitir que su exsocio Vladimir Cerrón tuviera dos sombreros y él ninguno. (Edición domingo)