Algunos ataques en contra del Congreso son injustificados. Cuando, por ejemplo, se les llama, despectivamente, componenda o repartija a los esfuerzos legítimos por alcanzar consensos difíciles entre varias bancadas, en realidad se está desconociendo la naturaleza más esencial de un órgano deliberativo. Con 130 representantes legislativos, no hay otra manera de llegar a acuerdos más que intercambiando y negociando posiciones. Y aunque en ocasiones los resultados de los consensos dejen un mal sabor de boca, las tres opciones alternativas -el desgobierno, la parálisis o la autocracia- son tanto peores. Esta reflexión, sin embargo, está lejos de ser una carta blanca para que los legisladores puedan distribuir sus cuotas de poder sin consideraciones profesionales o éticas. La reciente elección de presidentes y miembros de las comisiones del Congreso para el período legislativo que recién inicia es un buen ejemplo de esto último. A inicios de semana, desde este Diario advertimos que solo cuatro comisiones ordinarias del Congreso son presididas por un legislador con perfil técnico adecuado para el cargo. Ahora, un análisis reciente de la composición de las comisiones apunta a que son 15 los vicepresidentes o secretarios de grupos de trabajo que registran investigaciones, incluyendo a cinco de los acusados por recortar sueldos a sus trabajadores. (Edición domingo)