No es necesario ser demasiado agudo para notar que el estado de la democracia en el Perú es precario. Informes internacionales, como el de la Unidad de Inteligencia de "The Economist" (EIU), coinciden con la percepción ciudadana, recogida, por ejemplo, en los resultados del Latinobarómetro reseñados ayer en estas páginas: en los últimos años, el sistema democrático se ha debilitado en el Perú. La sucesión de presidentes es solo un síntoma de problemas mayores de desafección política y de corrientes sociales más profundas.Pero la preocupación por el estado de la democracia no debe dar espacio a voces que -muchas de ellas con una agenda política clara- caen en la tergiversación. En los últimos meses, se ha vuelto un lugar común de ciertos sectores señalar que el Perú "ya no es una democracia". La sentencia se escucha en boca de líderes políticos, periodistas, representantes de la sociedad civil y colectivos ciudadanos descontentos con el Gobierno y el Congreso.