A los muchos problemas que ya afronta el presidente Toledo para conducir con relativa paz la frágil nave de la gobernabilidad que capitanea de aquí al 2006, ahora le ha sumado uno nuevo, producto de caprichos personales o -lo que sería gravísimo- de un asesor extranjero en seguridad personal.En pocas palabras, el Presidente se ha dado el lujo de sembrar un alto grado de discordia con las Fuerzas Armadas al violentar un acuerdo frontalmente acordado de ascensos y cambiarlo, sin aviso previo y en claro desaire a los comandantes generales de los institutos castrenses, entre gallos y medianoche.Lo peor es que lo ha hecho vulnerando las propias reglamentaciones internas de méritos que las propias Fuerzas Armadas habían establecido para salir del arreglo mafioso que en la década del ’90 Montesinos impuso destrozando el escalafón militar.Nadie puede poner en cuestión la subordinación de los militares a los civiles, menos en una democracia, pero lo que es inadmisible es el manejo poco transparente, sinuoso y oscuro con el que, según los acontecimientos conocidos, el Primer Mandatario y su entorno han manejado el correspondiente proceso de ascensos de este año. Lo que se ha hecho calza con el peor estilo autoritario que supuestamente se quería dejar atrás. Lo viril, de acuerdo con los hechos trascendidos, era respetar los compromisos tomados al filo de la madrugada de ayer. Si el Presidente no estaba de acuerdo por una u otra razón, pues lo que correspondía era que así lo manifestara y sentara sus reales para imponer su criterio en base a razones fundadas. Lo patético es que el acuerdo tomado a una hora sea burlado en las redacciones del diario oficial y que sea por medio de la prensa que los comandantes generales de por lo menos dos de los tres institutos armados se enteren de ese cambio.Toledo ha demostrado una vez más que la talla no le da para manejar asuntos de Estado. Lo suyo es el compadreo, la cuchipanda, el chicheñó, el "yo te estimo". Ese es su berenjenal. Allí se mueve como pez en el agua. Sólo hay que lamentar que tengamos que soportar un año y medio más de este sainete en el que ha terminado convertido un régimen que despertó tantas ilusiones, como hoy desencantos e indignación, señala el director de Correo, Juan Carlos Tafur.