Petroperú se llama a sí mismo "actor estratégico" del sector hidrocarburos. Lo hace en sus comunicaciones y, así, justifica los aportes de capital de miles de millones de soles que el Estado se ve obligado a darle para su sobrevivencia, en aras de su "fortalecimiento" en ese rol. El papel, sin duda, lo aguanta todo. Porque de "estratégico" tiene poco o nada, si consideramos el vector clave de cualquier estrategia: según la RAE, la búsqueda de "una decisión óptima en cada momento" y, según cualquier texto de management, la búsqueda de la sosteniblidad del negocio en el largo plazo, anclada en decisiones que son profundas y difíciles de revertir, dada su naturaleza medular.No es "una decisión óptima" ni sostenible que el Perú le haya inyectado a la empresa estatal S/4,000 millones el año pasado y que, según Fitch Ratings, tenga que inyectarle US$ 100 millones más en el siguiente trimestre o US$ 300 millones más en el subsiguiente si la refinería de Talara no alcanza a operar al 100%, luego de que iniciara sus operaciones a un tercio de su capacidad en febrero y con permisos extraordinarios. A todo vapor, refinará 95 mil barriles diarios de petróleo, en un Perú que produce 40 mil y consume 250 mil. Reconozcámoslo: no somos un país petrolero ni necesitamos de una refinería. Somos un importador neto, de lotes chicos -social y operacionalmente complejos, y poco atractivos para los grandes jugadores globales- y que tiene bajos niveles de exploración, señala David Reyes Zamora, director periodístico del diario Gestión..