El último fin de semana el nuevo defensor del Pueblo, Josué Gutiérrez, se paseó por los medios para pregonar lo que insistió en su discurso al asumir el cargo: que "la Defensoría tiene que ser independiente de cualquier ideología". Pero igual agregaba, ni bien se le planteaba la pregunta, que tenía "un respeto muy grande por Vladimir Cerrón", padrino de su polémico nombramiento.El tema no es lo que diga Gutiérrez, por supuesto, sino lo que realmente hará una vez sentado en su nuevo escritorio. Es decir, atender cuestiones gravitantes sobre eventuales violaciones de los derechos humanos, pronunciarse sobre casos de corrupción e intervenir en la designación de miembros de la Junta Nacional de Justicia.Cerrón, por otro lado, no es necesariamente un líder al que le gusta ser baipaseado por sus socios, menos si estos le deben los cargos públicos que lograron alcanzar, como sucedió con Pedro Castillo. Recordemos que el expresidente proclamó alguna vez que al condenado por corrupción y dueño de Perú Libre no lo quería ni como portero de Palacio y, sin embargo, Cerrón terminó poniendo ministros, así como medianos y altos funcionarios en el Estado.