La crisis económica y política de Bolivia ofrece una lección múltiple, que se repite una vez más, pero que la izquierda no aprende. La lección incluye los efectos nocivos de la nueva Constitución de Evo Morales.Bolivia tuvo durante años un mucho mejor desempeño que Venezuela, porque tuvo el acierto de no embarcarse en una estatización masiva de empresas privadas, sino solo en una nacionalización sin toma de propiedad de la explotación del gas, en un momento de precios muy altos. Eso le permitió al gobierno tener ingresos fiscales muy elevados, que usó en obras y, sobre todo, en subsidios a las personas y a los combustibles. Consiguió así unas tasas de crecimiento comparables durante algunos años a las peruanas -porque no estatizó, repito, otras empresas-, pero al costo de que no hubiese más inversión en exploración y las reservas del hidrocarburo disminuyeran.La fiesta se acabó cuando la producción y los precios del gas cayeron. El crecimiento había sido ficticio y preñado de todos los clásicos círculos viciosos. Por ejemplo, el subsidio a la gasolina, importada, fomenta el contrabando de combustible a los países vecinos (por Puno en particular), obligando a Bolivia importar más para atender su mercado interno, socavando las divisas. Ello, sumado a la menor exportación de gas, la ha dejado sin reservas, señala Jaime de Althaus.(Edición sábado).