La crisis causada por la incertidumbre política ha provocado que el mediano y largo plazo estén completamente ausentes del debate nacional. Ahora se discute lo que podría pasar dentro de dos años con la Presidencia de la República, o si los congresistas, en una muestra de menosprecio por los intereses de la población, verdaderamente tienen planeado quedarse hasta el 2026. Y en materia de política económica, la urgencia de ayudar a las empresas de muchos sectores, perjudicadas por los bloqueos de carreteras y actos violentos en las calles, ha despojado de la importancia que merecen los proyectos a futuro.En suma, a la parálisis de la administración pública que fue provocada por la impericia de Pedro Castillo y, con muy pocas excepciones, sus ocho decenas de ministros (en menos de 18 meses), ahora se suma la paralización de la visión a futuro que debería tener un Gobierno de transición como el de Dina Boluarte. No estamos sugiriendo que la mandataria y sus ministros dejen de atender los muchos problemas de la coyuntura política y económica -con demasiados desaciertos y poco sentido de la urgencia, valga decirlo-, pero el país también necesita recuperar el rumbo.