En el fragor de la convulsión social y política que se vive en estos días es difícil mantener la cabeza fría. Para quienes de pronto se sienten abrumados por la responsabilidad que tienen entre manos, la tentación a ceder a la única de las demandas de los sectores más violentos de las asonadas que no supondría hollar el terreno de la abierta inconstitucionalidad -es decir, la de la renuncia de Dina Boluarte a la presidencia- debe ser grande, pero no hace falta tener atributos de profeta para saber que aquello solo nos sumiría en un caos mayor que el que ya existe.