Por David Reyes Zamora, Director periodístico. Bajo tierra, el cobre y el petróleo son piedras y restos orgánicos. Es su extracción lo que les da valor. Pero esta lógica elemental no es de entendimiento de nuestro premier y su séquito, a quienes la semana pasada su ministra de Energía y Minas se vio obligada a enmendar la plana en el caso Quellaveco. Cuando finalmente el proyecto que le permitirá al Perú exportar 1 millón 100 mil toneladas métricas de cobre por año durante su primera década había iniciado su operación comercial y se disponía a preparar su segundo embarque de concentrados, le cayó una amenaza: la posibilidad de perder sus derechos de agua por un reclamo comunitario. (...) Lo de Quellaveco es un cuestionamiento tomado en presiones, que el Gobierno acepta y enfrenta a "un proceso técnico, transparente y público", como destacó la SNMPE. Su presidente, Raúl Jacob, llamó la atención sobre un fenómeno no menor: "Normalmente no había conflictos en las operaciones mineras, sino que eran más en los proyectos [antes de que empiecen a operar]. Esta administración ha aumentado la tolerancia a estos conflictos".