El domingo por la noche, el presidente Pedro Castillo avanzó un paso más en la escalada contra los medios y periodistas dispuestos a revelar información que le resulte incómoda. La lista de oportunidades en que el mandatario y otros voceros de su gobierno se mostraron hostiles hacia la prensa a lo largo del último año es interminable. Pero la pretensión de culparla de la invisibilidad de los presuntos "logros" de su gestión, formulada durante el reciente mensaje por 28 de julio, ha refrescado nítidamente la forma en que parece entender su función: si lo halaga y se muestra complaciente con él, es un ejemplo de patriotismo; y si lo critica o siquiera divulga hechos que lo presenten bajo una luz ingrata, merece ser objeto de denuncias e intimidaciones.