Mientras el presidente de la Cámara de Diputados de Bolivia califica al presidente Alan García de "atrevido" por un comentario suyo sobre el "fundamentalismo andino" en la región, la relación entre ambos países corre el riesgo de ingresar en la fase de los dimes y diretes que suele anteceder al enfriamiento diplomático y posterior incremento de la tensión.El canciller José Antonio García Belaunde ha hecho notar que el comentario del legislador boliviano constituye una mala lectura del comentario del presidente García, pretendiendo ponerle paño frío al entredicho, pero lo evidente es que la relación no atraviesa por un buen momento y que podría ponerse peor en poco tiempo.La preocupación principal de estos días es el acuerdo complementario al Convenio Básico de Cooperación Técnica entre Bolivia y Venezuela, el cual todavía no ha sido bien precisado pero que implicaría la instalación de una veintena de puestos militares en las fronteras del país altiplánico, incluyendo las que tiene con el Perú.Todo país es soberano y puede, por tanto, optar por las decisiones estratégicas sobre la defensa de su territorio que más le convengan. Sin embargo, no deja de producir una preocupación legítima el hecho de que un país con el que el Perú no tiene problemas fronterizos decida reforzar sus zonas limítrofes.La preocupación es mayor si lo que sin duda es "un inamistoso acto de desconfianza" -como ha señalado el presidente García- está acompañado de la asistencia militar de un país como Venezuela, cuyo presidente Hugo Chávez tiene aspiraciones hegemónicas en la región y una actitud de confrontación abierta con el Perú.Lo evidente es que Bolivia se está convirtiendo, de un modo acelerado, en una sucursal de Venezuela que acoge con entusiasmo los afanes estrambóticos de Chávez, en un contexto en el que la posición política del presidente Evo Morales se debilita cada día que pasa, en medio de huelgas y protestas de los sectores que lo llevaron al poder y de rumores de golpe militar. No son buenas noticias y las que vengan pueden ser peores, señala el director de Perú 21, Augusto Álvarez Rodrich.