PUEBLOS INDÍGENAS ALISTAN PROYECTO POLÍTICO PROPIO
13 de diciembre de 2004

Los indígenas, representan el 33% (8 millones) de la población peruana, pero parecieran no existir para el Estado.No cuentan con una ley que los ampare, una representación adecuada en el Congreso, ni una institución con estatus de ministerio que vele por sus derechos, tal como existe en Ecuador y Bolivia. Hartos de la exclusión social, discriminación racial y cultural, violencia, expoliación de sus territorios, así como una escasa o casi nula participación en la vida política nacional, los pueblos originarios -como también se les denomina- han decidido emprender el camino para revertir esta injusta situación, tomando como ejemplo la organización del movimiento indígena ecuatoriano y boliviano, los más fuertes de la región.En este largo derrotero, ya han dado el primer paso. El 3, 4 y 5 de diciembre se realizó en Huancavelica la ‘Primera Cumbre de los Pueblos Indígenas del Perú’ que congregó a cerca de mil pobladores originarios, entre ellos aimaras, anccaras, asháninkas, awajún, boras, cocamas, chankas, chinchaycohas, choccras, quechuas, shipibos, tayanes, witotos, wankas, wampis, yaros. Es decir, pueblos tanto de la región amazónica como de las zonas andinas.Todos ellos solo buscaban sentar las bases de la tan ansiada unidad, el gran cimiento que les permitirá construir el futuro político que persiguen. Durante este inédito evento, organizado por asociaciones originarias como la Asociación Interétnica de la Selva Peruana (Aidesep) y la Coordinadora de Pueblos Indígenas del Perú (Coppip), también se criticó severamente la labor de la fenecida Conapa, la cuestionada institución "proindígena" que presidió Eliane Karp y que resultó todo un fracaso, y de otras instituciones del Estado que -aseguran- agudizan sus problemas.Al final del encuentro, los líderes indígenas redactaron la denominada ‘Declaración de Huancavelica’, en la que, entre otros puntos, se demandaba el reconocimiento del derecho a la tierra -elemento base para el desarrollo de su cultura y, por ende, de su vida- y otras exigencias similares a las esgrimidas por los pueblos originarios de América