NUEVA ARQUITECTURA DEL CONGRESO
10 de diciembre de 2004

En buena hora el Congreso -o más específicamente la Comisión de Constitución- empieza a rediseñar el andamiaje institucional del Legislativo. Se ha comenzado a plantear el tema de la bicameralidad, la renovación parcial y algunos otros elementos, anunciándose que en la próxima legislatura se continuará con dicha labor.El actual desprestigio del Congreso se debe, en gran medida, a los entuertos que este poder del Estado ha cometido con insospechada fruición en los últimos años y que sigue cometiendo a ojos de la ciudadanía (nos arriesgamos a apostar que el caso Alfredo González será una perla más en el vasto rosario de escándalos), pero también es cierto que su propia estructura, su origen y su funcionamiento constitucional no se adecúan para nada a las nuevas exigencias democráticas de los tiempos presentes.En el mundo entero se vienen incorporando mecanismos participativos no sólo en los poderes locales, sino también en los parlamentos, conscientes de que el sistema tradicional republicano los aleja de la población y corroe inevitablemente su legitimidad.Eso pasa, por cierto, no sólo por el referido tema de la renovación (que, además, debe pensarse muy bien para no terminar generando más problemas que soluciones), sino también por incorporar esquemas de audiencias públicas, prepublicación de normas, legalización de los lobbies, cabida a iniciativas legislativas de la sociedad civil, etc.Por lo pronto, sería muy bueno empezar por practicar dicha participación en el trabajo de la propia Comisión de Constitución, que se genere un amplio debate y se incorpore al mismo a todos los actores sociales que puedan decir algo al respecto.Lo peor que podría ocurrirle a esta reforma es que termine haciéndose a la medida de los intereses y conveniencias de los actuales congresistas, expertos en asumir como interés general lo que no es sino su propia conveniencia. Para evitarlo, hay que ventilar lo máximo posible la discusión asumiendo un rol proactivo al respecto y no esperar que sea la odiada prensa la que buenamente promueva dicha discusión, señala el director de Correo, Juan Carlos Tafur.