La "maldición de los recursos naturales" -expresión usada para explicar cómo algunos países que cuentan con el facilismo de ingentes ingresos por la venta de petróleo o minerales tienden a producir gobiernos autoritarios, estatistas y populistas, que concentran el poder en un gran redistribuidor y se anulan otras actividades (Venezuela es el caso típico y fallido)- tiene una particular aplicación en nuestro país con el gobierno de Pedro Castillo.En efecto, los elevados ingresos fiscales generados por la minería, gracias a los buenos precios internacionales, le permiten al Gobierno disfrazar y financiar el notorio desgobierno que le inflige al país. Gracias a la inyección de ingresos mineros y a las actividades irrigadas por la minería, los desatinos de sus decisiones y de su política general no tienen los efectos económicos tan negativos que normalmente tendrían. En el 2021, la presión tributaria subió al 16,1% del PBI, la más alta de los últimos siete años.Entonces, la "maldición" consiste en que podemos seguir adelante con la erosión creciente de los pilares del modelo que nos permitió crecer a tasas elevadas -lo que, siendo justos, comenzó años atrás y se acentuó gravemente con el infausto Congreso transitorio anterior-, sin que la situación llegue a niveles críticos, gracias a los ingresos de la minería. Si tenemos dinero, ¿para qué recuperar fundamentos y hacer reformas? Sigamos con el dispendio, regalando dinero, permitiendo que los aumentos a los trabajadores estatales se hagan por negociación colectiva sin límites puestos por el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), anulando toda meritocracia en el Estado al nombrar todos los CAS sin concurso y sin pasar el régimen Servir, agravando el costo de la formalidad laboral, y así sucesivamente. Y sigamos jugando a la asamblea constituyente, señala Jaime de Althaus, analista político. (Edición sábado).