Una semana ha transcurrido desde que el Congreso censuró al ahora exministro de Educación Carlos Gallardo por diversas razones (entre las que se contó la filtración de la prueba de nombramiento docente) y todavía el presidente Pedro Castillo no ha nombrado a su sucesor. La semana pasada, prefirió irse a Chota a celebrar la Navidad con su familia, dejando de lado las responsabilidades que asumió al convertirse en jefe del Estado: una circunstancia que sería grave en el caso de cualquier mandatario, pero que adquiere ribetes de afrenta pública al tener como protagonista a un maestro que a lo largo de toda la campaña electoral prometió que, de llegar al poder, le daría una prioridad absoluta a la educación.