Si la voz del pueblo fuera la voz de Dios, entonces no cabrían dudas acerca del destino final de los políticos: todos se irían al infierno por corruptos. Ese es, en palabras gruesas, el veredicto de los habitantes de 64 países de todo el mundo, según el Barómetro Global de la Corrupción, informe elaborado por Transparencia Internacional (TI), presentado ayer. En 36 de los 64 países encuestados, los partidos políticos son considerados las instituciones más corruptas de la sociedad. En muchos de los restantes países se quedan por poco. Aunque mide percepciones y no hechos concretos, el documento merece un análisis serio de la clase dirigente. Es ella justamente la que debería liderar la lucha contra la corrupción, pero, para poder hacerlo, primero deberá recuperar sus propia credibilidad.Los políticos peruanos no se salvan de esta. Más bien se podría decir: en una escala que va de 1 a 5 (siendo 5 el más alto nivel de corrupción), nuestros partidos salen feamente jalados. Obtienen 4,6 puntos, lo que los convierte ante los ojos de los ciudadanos en las instituciones más afectadas por la corrupción. Superan, en la lista de demérito, a otros organismos típicamente reconocidos como muy corruptos, como el Poder Judicial, la policía y el Parlamento, que empatan en un segundo lugar que tampoco tiene nada de meritorio, con 4,5 puntos. En realidad, como evidencian los cuadros adjuntos, casi ninguna institución pública o privada se salva de la dura crítica ciudadana.