En el último medio siglo de la historia económica nacional se pueden identificar, de modo grueso, dos períodos bastante marcados. El primero, que sigue al golpe de Estado de Juan Velasco en 1968, fue de avances nulos y retrocesos pronunciados en los ingresos de las familias. Esta etapa llegó a su cénit a finales de los años 80, con la hiperinflación y el colapso de la actividad productiva nacional. En ese entonces, el pesimismo sobre el futuro del país se había instalado en diversos círculos y no pocos veían al Perú como un futuro Estado fallido. Las perspectivas, sin embargo, empiezan a dar un giro en los años 90 y desde entonces -gracias a políticas económicas sensatas- el Perú experimentó la tasa de crecimiento del PBI promedio más alta de la región. La rápida caída de la pobreza y mejora generalizada de los estándares de vida dotaron de confianza a un país que estuvo -hacía no mucho- al borde del abismo.