La primera lección de vida que tuvo que asimilar Adrepina Gaspar Quispe a los 16 años es verse de la noche a la mañana como madre soltera en el centro poblado huancavelicano de Pucacancha y no tener dónde trabajar. Ahora, seis años después, se ha convertido en una experta en el cuidado de ovas de trucha de la piscigranja municipal de Acoria.El agricultor Agapito Díaz Canchari (40) dudó al principio, pero al ver que debía mantener a sus tres hijos se decidió y, luego de la capacitación de rigor, comenzó a agarrarle el gusto a cultivar desde hace tres años pequeñas alcachofas de exportación en sus tierras de Pampas, que le rinden hasta 5 mil soles por hectárea.Observar las maravillas que tejían sus padres Felícita y Florencio fue determinante para que Lucía Huamán Rodríguez (23) forme parte del taller de artesanía Rosa de América, en Angaraes, y pueda ahora elaborar diferentes prendas de alpaca, ovino y algodón que le permiten cuidar sin sobresaltos a su hija Maribel, de tan solo 4 años.Estos son solo tres testimonios de más de 3.000 familias beneficiadas con el trabajo desarrollado desde hace cuatro años en Huancavelica por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), a través del Proyecto de Reducción y Alivio de la Pobreza (PRA), y el aporte económico de más de un millón de dólares de la Compañía Minera Buenaventura.(Edición domingo).