El cambio del equipo ministerial ocurrido a mitad de semana ha traído remociones saludables (como las de Guido Bellido, Iber Maraví y Ciro Gálvez) y oportunidades perdidas (entre las que destacan los casos de Juan Francisco Silva, en Transportes y Comunicaciones, y el de Rubén Ramírez, en Ambiente). Pero también trajo, cuando menos, dos ministros que ya han comenzado a despertar algunas preocupaciones.La designación de Carlos Gallardo, flamante titular de Educación, ha levantado fundados temores por su cercanía al Conare-Sutep, la facción magisterial cuyos líderes cultivan una abierta simpatía por el Movadef o, ya de plano, pertenecen a él, y por sus declaraciones en rechazo a la Prueba Única Nacional, la evaluación que deben rendir los docentes para conseguir su nombramiento ("la evaluación [es] para tener a los maestros intimidados", afirmó). Ello, sumado a sus nexos con el Fenate-Perú, el sindicato fundado por el presidente Pedro Castillo, y a la poca claridad en las razones por las que el exministro Juan Cadillo dejó el cargo, solo alimentan las suspicacias de que con su nombramiento no se estaría buscando otra cosa que promover la agenda particular de un sector del magisterio.En el caso de Luis Barranzuela, ministro del Interior, el panorama tampoco es alentador. Como ha informado este Diario, durante sus 27 años como policía, el mayor Barranzuela coleccionó 158 amonestaciones, entre otros, por abandono de servicio, contra el espíritu policial, abuso de autoridad, negligencia, contra el decoro y contra el deber profesional. Estas sanciones fueron uno de los motivos por los que no pudo seguir ascendiendo en el escalafón de la institución policial. Ahora, para su buena fortuna, el señor Barranzuela ha obtenido un ascenso más que sustancial.(Edición sábado).