Finalmente, luego de 69 días, en la tarde de ayer cayó Guido Bellido. Una persona que nunca debió de llegar a la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) y que envileció un cargo tan importante, terminó yéndose como correspondía: brindando una conferencia de prensa en soledad y contando con el único respaldo del ala más radical de su partido y de su secretario general, Vladimir Cerrón. Aunque ni siquiera en sus estertores enfundó la lanza de la provocación: "Creo haber desarrollado el cargo con decoro", afirmó. No se le va a extrañar.En su lugar, juró la expresidenta del Congreso Mirtha Vásquez; un cambio que implica el relevo más urgente junto con la salida del ministro de Trabajo, Iber Maraví. No solo porque se removieron a dos funcionarios cuyas simpatías o antecedentes revelaban en el menos grave de los casos una afinidad con el mayor grupo de criminales que ha conocido el Perú, sino porque -además- las intenciones reveladas del primero de presentar una cuestión de confianza para defender al segundo frente a lo que parecía su censura inminente amenazaban con inaugurar otra crisis política con consecuencias catastróficas a todo nivel. Se podría decir que el presidente Pedro Castillo le ha ahorrado al Congreso una de sus dos balas de plata, y luego del quinquenio que acabamos de dejar atrás, eso es saludable.