ESCLAVO DE SUS SILENCIOS
2 de septiembre de 2021

Salvo en contadas ocasiones, el presidente Pedro Castillo no se ha mostrado hasta ahora como un jefe de Estado locuaz. En el mes y días que lleva en el cargo, más han sido las arengas políticas que ha pronunciado desde algún estrado improvisado -y sin otro fin que el de presentar a su gobierno como víctima de alguna imprecisa trama conspirativa- que las comunicaciones oficiales que ha dirigido a la ciudadanía sobre asuntos de gran importancia para la marcha del país. Cuando la materia que, de acuerdo con las expectativas generales, le tocaría abordar es espinosa o requiere definiciones terminantes, el mandatario guarda un inquietante silencio o solo emite mensajes ambiguos. Y luego parece dejar que la dinámica de los acontecimientos o algún temerario vocero se haga cargo de definir la suerte de lo que sea que necesite ser resuelto en las instancias más altas del poder.El caso de la salida del exsedicioso Héctor Béjar de la cancillería es el mejor ejemplo de ello. Como se recuerda, a las objeciones que rodearon su designación como responsable de la cartera de Relaciones Exteriores por ser un individuo que en el pasado se había alzado en armas contra un gobierno democráticamente constituido, se sumaron sus afirmaciones sobre una supuesta responsabilidad de la Marina en el inicio del fenómeno del terrorismo en nuestro territorio, y ante el clamor generalizado que tan ofensiva distorsión de la historia levantó, no le quedó al Gobierno más remedio que apartarlo del Gabinete. Pero todo ello ocurrió sin que el presidente dijera palabra.