El presidente Pedro Castillo no ha dicho nada sobre los cuestionamientos que pesan sobre el Gabinete Bellido desde que este se conformó. Sus intenciones de manejarse con la mayor opacidad posible -expresadas en la colocación de cortinas en el vehículo oficial, su renuencia inicial a despachar en Palacio de Gobierno y la selectividad ensayada a la hora de permitir el acceso a los periodistas a algunos eventos oficiales- han sido evidentes y han supuesto una resistencia a encarar las preocupaciones legítimas de la ciudadanía. Y la rendición de cuentas es una de las claves de nuestro sistema democrático.Pero el hermetismo del inquilino de la Casa de Pizarro se ha hecho más notorio en los últimos días, luego de que se revelasen una serie de declaraciones del ahora excanciller Héctor Béjar disparando mentiras y teorías conspirativas sobre el origen del terrorismo en nuestro país (dijo que "el terrorismo en el Perú lo inició la Marina" y que Sendero Luminoso ha sido "en gran parte obra de la CIA y de los servicios de inteligencia"). Una circunstancia que supuso la protesta de la Marina de Guerra del Perú y el repudio de buena parte de la opinión pública, pero ni una sola palabra de Pedro Castillo que, como jefe supremo de las Fuerzas Armadas, debería velar por el respeto a la historia, servicio y sacrificio de los uniformados que lucharon contra las huestes de Abimael Guzmán y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru.