Toda simplificación pierde necesariamente los matices que dan color a la realidad. Sin embargo, y a riesgo de soslayar diferencias relevantes entre países y excepciones, se puede decir que en las últimas décadas han sido dos los ejes de influencia alrededor de los cuales ha girado la política latinoamericana. El primero es el que ve a la democracia representativa y la libertad económica como componentes indispensables del progreso. En su momento, países con esta visión se agruparon en iniciativas como el Grupo de Lima o la Alianza del Pacífico. El segundo grupo, por su parte, cree en la concentración del poder en el Estado, trata las libertades con escepticismo, y juzga la alternancia en el poder como un problema a ser resuelto por vías que aparentan legitimidad democrática. Estos han estado ligados a los últimos años de Unasur o al llamado socialismo del siglo XXI.El Perú ha sido por años uno de los principales impulsores del primer grupo. Bajo un sólido liderazgo diplomático, el país ha construido una imagen de nación comprometida con los ideales de libertad, democracia, apertura al mundo y respeto por las reglas de juego establecidas. Sus posiciones respecto de asuntos difíciles para la región, como la crisis venezolana, han sido referencia para el resto.Ese liderazgo parece haber llegado a un abrupto final. El Ministerio de Relaciones Exteriores, con Héctor Béjar a la cabeza, estaría alineando al Perú con el segundo eje descrito. Sus posiciones complacientes con las dictaduras de Cuba y Venezuela, así como los rumores de salida del Perú del Grupo de Lima que no han sido hasta ahora aclarados por la cancillería, empezaban a marcar el derrotero.(Edición sábado).