Corría el mes de octubre del 2007. En el puerto de Ilo, el entonces presidente Alan García develaba la placa inaugural de la nueva fundición de cobre de Southern Copper, una inversión de US$550 millones que ponía un alto a la emisión de gases sulfurosos de la chimenea allí.A su lado, el presidente de la mexicana, Oscar González Rocha, capitalizaba la oportunidad para presentar en sociedad un nuevo proyecto de cobre, recientemente descubierto en una zona desértica a entre tres y cinco kilómetros del valle del Tambo (Arequipa). Su nombre: Tía María."Me es grato aprovechar esta ocasión para comunicar que la semana pasada los directorios de Southern Copper y el Grupo México aprobaron una inversión de US$2.108 millones para el proyecto Tía María y las expansiones de Cuajone y Toquepala", dijo el ejecutivo.El anuncio iba en serio. Dos años después (2009), la minera tenía listo el estudio de impacto ambiental (EIA) del proyecto. Sin embargo, la socialización del mismo encontró resistencia.Una consulta vecinal desarrollada en setiembre de 2009 reveló que el 97% de la población circundante se oponía a la iniciativa minera. ¿A qué se debía esto?El miedo a la posible afectación de los recursos hídricos y el pasado contaminante de la fundición de Southern habían atemorizado a los habitantes de la provincia de Islay.