El aparato burocrático peruano no se caracteriza por su consistencia institucional. Cambios de ministros o de altas autoridades significan, en muchos casos, un borrón y cuenta nueva en las políticas emprendidas, lo que deriva en poca memoria de experiencias aprendidas y ausencia de personal calificado que trascienda administraciones. Pero toda regla tiene excepciones. Desde estas páginas hemos destacado, por ejemplo, al Banco Central de Reserva (BCR) como una de ellas, y también al Ministerio de Relaciones Exteriores.Si bien la situación en el BCR es todavía incierta -¿se quedará Julio Velarde a cargo?-, en cancillería algunas alarmas ya están prendidas. Su nuevo titular, Héctor Béjar, tiene un perfil muy distinto respecto de sus antecesores y, en medio de un Gabinete profundamente inadecuado, destaca como una de las figuras más controversiales y problemáticas. Solo su trayectoria es motivo suficiente de preocupación. En la década de los sesenta, Béjar recibió instrucción de insurgencia en Cuba para luego volver al Perú y participar de diversos movimientos guerrilleros. Después de ser capturado pasó una temporada en prisión por el delito de sedición, hasta que el gobierno militar de Juan Velasco lo liberó en el marco de una amnistía política. Entonces trabajó en el Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social (Sinamos) en soporte de la reforma agraria. Desde entonces ha ejercido múltiples cargos en ONG.