Nueve días atrás, un temblor más fuerte de lo habitual nos dio un buen susto. Como se sabe, tuvo una magnitud de 6.0 y tuvo una duración suficiente como para que muchas personas alcanzaran la calle. Mientras la tierra se movía, el que menos recordó algún otro episodio sísmico importante y temió que las cosas llegaran al extremo del terremoto del 2007.Felizmente, eso no ocurrió. El piso dejó de temblar y las réplicas fueron, en su mayoría, imperceptibles. Los daños materiales no fueron severos, y si bien lamentablemente el sismo ocasionó el fallecimiento de un niño de 6 años con epilepsia, por fortuna no hubo más víctimas. A raíz de ello, la mayoría pareció olvidar rápidamente el susto y volvió a su rutina normal; es decir, a vivir sus vidas como si aquello no fuera un recordatorio de la gran amenaza que pende sobre los peruanos por el hecho de que habitamos un territorio ubicado en el llamado Cinturón de Fuego del Pacífico, que concentra cerca del 85% de la actividad sísmica mundial. Y eso sí es grave. Particularmente si consideramos que, como señaló el jefe del Instituto Geofísico del Perú (IGP), Hernando Tavera, el reciente temblor no supuso una gran liberación de la energía acumulada en las placas tectónicas y Lima viene experimentando un "silencio sísmico" que se ha extendido por más de 200 años. El terremoto de Pisco de hace casi 14 años, precisó también el especialista, liberó solamente un 20% de la energía acumulada que existía en ese momento, de manera que es de imaginar la catástrofe que podría desatarse en la capital y otros lugares del país ante un evento de mayores proporciones.