Cada cinco años, los peruanos prestamos atención a las promesas que los candidatos hacen con respecto a la educación. De igual manera, lustro tras lustro, le damos las llaves de Palacio de Gobierno a un jefe del Estado que, de alguna u otra manera, asegura tener la receta para darle vida a un sector que vive pendiendo de un hilo. Pero ninguno cumple con sus objetivos o, en el mejor de los casos, los esfuerzos no son suficientes para gatillar mejoras significativas. Y el resultado es un sistema educativo pobre que, más que empoderar a los estudiantes, les plantea obstáculos.La situación actual. Un vistazo al "Diagnóstico de brechas de infraestructura o de acceso a servicios del sector Educación para el PMI 2022-2024", aprobado en enero de este año, hace tangible esta situación. En lo que se refiere a educación inicial, por ejemplo, 88,8% de los locales educativos tiene una capacidad instalada inadecuada. En la educación primaria la cifra es de 94% y en la secundaria es de 88%. Asimismo, el porcentaje de personas no matriculadas en estos niveles, con respecto a la demanda potencial (según cifras de la Encuesta Nacional de Hogares del 2019), es de 6%, 2,7% y 12%, respectivamente. Al tomar en cuenta estas circunstancias, no resulta sorprendente que en la prueba PISA 2018 el Perú se haya ubicado en el puesto 64 de 77 países.