Las primeras noticias llenaron de espanto al pueblo. Hablaban de cosas terribles: expropiaciones y demoliciones. El miedo a convertirse en un pueblo fantasma como los hay en Cerro de Pasco y Huancavelica embargaba a todos. ¿Había llegado el fin y solo quedaba resistir, aunque el oponente fuera un gigante?Luego, el miedo dio paso a la esperanza. La verdad era otra. El gigante no llegaba a destruir sino a ofrecer una alternativa. De hecho, una nueva vida en un lugar distinto, sin tanta polución, menos frío y en un terreno llano, cerca de La Oroya. Pero había un precio que pagar: dejar atrás la casa de adobes, los cerros coronados de nieve, los vientos helados, la lluvia, las noches estrelladas y los recuerdos de polvo y piedra que los acompañaron desde que trabajaban en los socavones. Es la historia de Morococha, pueblo de mil familias que protagonizará, en un año o dos, el primer reasentamiento sin la intervención de la naturaleza, la imposición de autoridades o el abuso de las mineras. ¿La razón de la mudanza? Se descubrió en sus entrañas una de las reservas de cobre más grandes de la región.Será entonces la primera vez que se realiza una mudanza de este tipo del que tengamos noticias hasta hoy. Claro, si el pueblo no da marcha atrás y la compañía Minera Perú Copper, ganadora de la concesión de explotación, cumple lo ofrecido.