Los actores pueden cambiar, pero el drama es el mismo: los miembros de la actual representación nacional parecen tan reacios a sancionar a sus pares como los de cualquiera de las anteriores. Un curioso espíritu de cuerpo que daría la impresión de superar las diferencias entre bancadas ha caracterizado, en efecto, el comportamiento de las tres o cuatro últimas conformaciones parlamentarias sobre este particular. Tan común se ha vuelto de un tiempo a esta parte la política de las indulgencias cruzadas en el Legislativo que el ingenio popular la ha definido a través de una máxima lapidaria: "Otorongo no come otorongo".Por supuesto, durante la campaña para las elecciones congresales de este año, las ofertas de un cambio radical a este respecto menudearon, pero una vez acomodados en sus curules los nuevos padres de la patria tendieron a tomarse las cosas con calma. Noventa y cuatro días se tomaron para instalar la Comisión de Ética, mientras los casos que merecían su atención se acumulaban. Y una vez establecida, su tarea consistió -y consiste hasta ahora- en alternar los archivamientos con las dilaciones.