E n escasos 30 días, el Gobierno ha cambiado a tres de sus viceministros en las carteras de Vivienda, Turismo y Justicia. Y, como era de esperar, tan prematuras renovaciones --o mejor rectificaciones-- han generado diversas interpretaciones.En líneas generales, sin embargo, la decisión ha resultado oportuna si se considera que dos de los renunciantes fueron objeto de múltiples cuestionamientos que, evidentemente, no favorecían la imagen de transparencia e idoneidad que deben observar quienes cumplen función pública. Por ejemplo, el ex viceministro de Vivienda, Carlos Arana Vivar, solo permaneció 48 horas en el cargo, luego de las denuncias que formuló en su contra el Consucode. Asimismo, el de Justicia, Eduardo Gordillo Tordoya, cuya renuncia se oficializó por la acusación de cobrar medio millón de soles como pensión de Essalud cuando aún trabajaba en el Congreso. Además, como se recordará, su nombramiento generó polémica porque se dijo que había sido impuesto. De allí lo positivo que el Ejecutivo haya cortado por lo sano, aceptando las mencionadas renuncias. Para el futuro, la lección es clara: el Gobierno tendrá que hilar muy fino para no volver a incurrir en errores a la hora de designar a sus más cercanos colaboradores. Eso es tan importante como garantizar que solo los más capaces ingresen a la administración pública, sean o no miembros del partido aprista, así como revalorar la función más técnica que política de un viceministro.