Hasta hoy, lo único claro frente al COVID-19 es que va a llevarnos a una recesión transitoria, que su origen es externo y su alcance global, que nunca el mundo desarrollado y emergente reaccionó con medidas de compensación financiera-fiscal tan expansivas como hoy, que el 2021 será mejor que el 2020 y que la economía peruana ha demostrado una resiliencia excepcional estos últimos 21 años. Estamos transitando un gran problema, un serio bache, pero no la extinción del mundo y menos la del Perú. Dada cualquier magnitud de impacto esperado a escala global, el Perú será una de las economías que mejor deberán amortiguar parte de este. El FMI, el Banco Mundial y hasta Cepal coinciden en esto último.En ese marco, somos testigos en el Perú de cómo, para amortiguar el impacto negativo del COVID-19, se están tomando diversas medidas en materia económica y financiera. Por ejemplo, una de las medidas que paliarían un posible rompimiento de la cadena de pagos está vinculada al programa recientemente anunciado Reactiva Perú. No hay duda de lo bien direccionado de este, pues lo que busca es evitar la paralización y quiebra de empresas y que el canal del empleo se debilite en extremo. Muchos países están aplicando programas similares, por lo que no se debe interpretar como el resultado del cerebro de un ser iluminado en el Perú, señala Juan José Marthans León, economista, PAD - Escuela de Dirección Universidad de Piura.