El 7 de marzo pasado, un día después de que se confirmase el primer caso de COVID-19 en el país (la enfermedad causada por el COV-SARS-2, la nueva cepa de coronavirus que ha infectado a cientos de miles alrededor del mundo y ha confinado en sus casas a millones más), recogimos en este mismo espacio las declaraciones que había dado en una conferencia de prensa el presidente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom, sobre el potencial de la enfermedad. "El nivel de mortalidad que pueda alcanzar este virus no depende únicamente del virus en sí, sino también de cuál sea nuestra respuesta [frente a él]", señaló el funcionario.A estas alturas, es evidente que el COVID-19 es una enfermedad a la que hay que tomar con bastante seriedad. Hasta el momento de escribir estas líneas, ha matado a 8.727 personas en todo el mundo y no hay nada que nos asegure que este número vaya a ralentizar su ritmo de crecimiento, al menos en el corto plazo. Por ello, desde que el Gobierno del presidente Martín Vizcarra decretó medidas inéditas en esta parte del mundo (como el aislamiento social durante 15 días o el cierre de las fronteras nacionales) el pasado domingo, hemos subrayado lo medular que resulta el papel de los ciudadanos en la contención de la pandemia.