Aunque es tentador llamar "milagro" al ‘boom’ de la agroexportación peruana, la verdad es que el despegue tuvo pilares terrenales bastante claros. La integración comercial del Perú al mundo –a través de tratados de libre comercio y otros instrumentos similares– abrió mercados antes inaccesibles. La Ley de Promoción Agraria, recientemente extendida, permitió adecuar los ciclos productivos del campo a la regulación laboral, haciendo posibles las contrataciones. Grandes proyectos de infraestructura hídrica, complementados con inversión privada, lograron convertir desiertos de la costa en fértiles valles para uvas, espárragos, arándanos y paltas. Los avances en este último punto, sin embargo, han quedado en el limbo en los últimos años. Motivos distintos paralizaron los megaproyectos de irrigación Majes-Siguas II y Chavimochic III, a cargo de los gobiernos regionales de Arequipa y La Libertad, respectivamente. Entre ambas inversiones se podría ampliar la frontera agrícola en casi 70 mil hectáreas. No obstante, luego de períodos largos de para y debate, ambos estarían encontrando un nuevo impulso para su concreción.