El hecho de que millones de peruanos no salgamos a las calles a protestar, ni a paralizar carreteras, ni a tirar piedras, ni a quemar llantas, ni mucho menos a agredir a nuestras propias autoridades, y que, por el contrario, nos comportemos civilizadamente, ¿nos hace menos indignados que aquellas minorías que sí lo hacen? Quienes así lo creen se equivocan. La invisible indignación y el desasosiego son profundos en la gran mayoría de los más de 30 millones de peruanos.¿Habrán reflexionado dentro del Gobierno qué puede sentir, por ejemplo, un policía que llega a su casa luego de ser brutalmente agredido durante todo el día por delincuentes con hondas y huaracas y que luego observa atónito, junto a su familia, cómo el propio presidente de la República se allana ante las amenazas de esos mismos agresores? ¿Con qué energía y con qué sentimiento moral ese mismo policía se entregará al día siguiente en defensa de la ley? El sentimiento de ese mismo policía representa el de los millones de peruanos que observamos cómo autoridades y extremistas, negociando juntos y a nuestras espaldas, nos privan del derecho al desarrollo, señala Alfonso García Miró, director de Comex Perú.