A diferencia del consenso que existía hace apenas un par de meses sobre la previsión de que el presidente Alan García iba a enfrentar turbulencia política al inicio de su mandato, el panorama parece presentársele, hasta ahora, relativamente tranquilo. Un 63% de aprobación a dos semanas de instalarse en Palacio -y solo 16% de rechazo- es un registro auspicioso que se parece más bien a una luna de miel antes que a una marejada. El jefe de Estado ha tenido un papel gravitante para ello, gracias a sus anuncios y medidas vinculadas a la austeridad en el gobierno, incluyendo la reducción de su propio sueldo. La propuesta de aplicar la pena de muerte a los violadores y asesinos de menores -aprobada por el 72%- también debe haber influido en dicho resultado. Pero, en general, la mayoría de anuncios del gobierno está encontrando buena aceptación en la opinión pública, de acuerdo con la última encuesta de Apoyo.Sin embargo, la cómoda posición política del presidente García no solo es mérito suyo, pues la oposición también ha contribuido, con una actuación penosa que la ha acabado descolocando, a perfilar el panorama actual.La plataforma electoral que puso a Ollanta Humala en la segunda vuelta ha demostrado una alta incapacidad para organizarse con una agenda mínima. Lo mismo ha sucedido con el movimiento que se aglutinó en Unidad Nacional con Lourdes Flores a la cabeza, el cual está tan fragmentado como UPP y el Partido Nacionalista. Algunos representantes caracterizados de ambos sectores vienen siendo seducidos con éxito por García, y se suben al coche por sus propuestas como la pena de muerte o el concejal joven, y otros están con el teléfono en la mano, impacientes, esperando a que los llamen desde Palacio. De este modo, jugando para la tribuna y gambeteando frente a una oposición pichiruchi y desconcertada, el Presidente se desplaza por el terreno con relativa comodidad. Pero esto solo le sirve para alegrar al público en los minutos iniciales. Pronto necesitará ordenar su juego, dentro de una estrategia, antes de que empiece la pifia, señala el director de Perú 21, Augusto Álvarez Rodrich.