Aunque de manera titubeante y sin gran convicción, el gobierno avanzó en dos frentes importantes para recobrar tasas de crecimiento más elevadas que permitan volver a reducir la pobreza y generar empleo. Otorgó la licencia de construcción a Tía María e incorporó algunas ideas de reforma laboral -aunque ninguna que reduzca costos no salariales- en el proyecto de Plan Nacional de Competitividad, que aún debe ser aprobado.Si Tía María se consolida, será un punto de inflexión, la puerta que abrirá el camino a mucha mayor inversión minera, porque demostrará el compromiso del Estado con la inversión y su capacidad de hacerla viable. Los minerales son los recursos más importantes que tiene el Perú. Significaría que hemos decidido por fin aprovecharlos. Si Tía María fracasa, significaría que renunciamos a nuestra palanca más potente y nos resignamos a vivir en los arrabales del mundo.Por eso, esta batalla no se puede perder. Los enemigos internos del progreso nacional ya declararon la guerra y, si algo tienen a falta de argumentos, es capacidad de movilizar e infundir temores en una población que tampoco tiene por qué creerle a la empresa. Escuchamos al presidente de la República y al primer ministro invocando al diálogo, pero ni una frase explicando que el Estado garantiza que el proyecto es inocuo ambientalmente y que supervisará que lo sea, que usará agua del mar y llevará el mineral por tren y que, además, va a generar 9.000 puestos de trabajo durante la construcción y 4.800 empleos permanentes, fuera de 5.460 millones de soles por canon y regalías para Arequipa e ingresos fiscales para el país. Ni una palabra haciendo ver el interés de todos, incluyendo los agricultores, en el proyecto. El gobierno, si bien otorgó la licencia y hay que aplaudirlo por eso, da sin embargo la impresión de actuar como si al Estado no le interesara el desarrollo del recurso y fuera un asunto simplemente de la empresa, señala Jaime de Althaus.