Hace dos semanas, se registró un nuevo acto delictivo en el Ramal Norte del oleoducto. Toda la información con que se cuenta hasta el momento permite concluir que se trata de un nuevo daño intencional, el cual tiene consecuencias nefastas para el ecosistema amazónico, las comunidades nativas de la zona y la industria petrolera del país. Ante la repetición y gravedad de estos actos vandálicos, es importante reflexionar sobre la naturaleza del problema que estamos enfrentando. ¿Por qué estas comunidades, cuyo bienestar está íntimamente ligado a la salud del ecosistema en que viven, sabotearían el oleoducto y buscarían que el derrame se propague y afecte al río Marañón? No tiene sentido. El ciudadano de a pie de la Amazonía no puede querer esto, señala Carlos Paredes, presidente del directorio de PetroPerú..