MÁS QUE UN CAMBIO DE PERSONAS. El Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) se ha caracterizado en años recientes por sus extremos. Para empezar, sus últimos dos ministros no pudieron tener personalidades más dispares. Uno hablaba demasiado y gustaba de hacer anuncios sobre el destrabe de megaproyectos que resultaban no ser tan ciertos; su sucesor, en cambio, mantenía un perfil bajo digno de fraile de convento y le rehuía a la prensa. Esa preferencia por el mutismo resultó contraproducente para él y, sobre todo, para el Gobierno.Otro extremo que caracteriza al MTC es la disparidad en la atención que les presta a sus responsabilidades -aunque esa deficiencia viene desde mucho antes-. Si por el lado de la inversión en infraestructura de transporte puede mostrar logros, como la expropiación récord de terrenos para la construcción y ampliación de carreteras y aeropuertos, y siempre puede recurrir a los anuncios de futuras inversiones multimillonarias para generar titulares; por el lado de la regulación de las actividades de transporte, su trabajo ha sido deficiente.