El conflicto minero en Apurímac, que llena páginas de diarios y espacios de radio y televisión, no es otra cosa que el reflejo de las dificultades de un Estado que no encuentra fórmulas de organización política, económica y social para escapar de su deplorable condición de inoperancia. Las noticias que traen los medios de comunicación estos días solo hablan de los síntomas de una enfermedad. Pero poco o nada nos dicen del origen de tales síntomas: un Estado disfuncional, ignorante y ausente. Nuestro Estado es hoy 2,2 veces más grande que el de hace tan solo una década y, paradójicamente, tenemos un Estado que es más disfuncional, más ignorante y menos presente que el que teníamos en el 2008.El gasto del Estado ha podido crecer principalmente gracias al enorme crecimiento que produjeron las reformas económicas de los 90 y que alejaron al Perú del estatismo. Pero lejos de modernizarse y volverse más eficiente, el Estado ha fracasado en acompañar el crecimiento económico con mejores servicios de salud, educación, seguridad o justicia para los habitantes, señala Roberto Abusada Salah, presidente del Instituto Peruano de Economía (IPE).