Es plausible la iniciativa de promover la participación de los jóvenes en la vida política, especialmente en los gobiernos locales, que son la base del sistema democrático. Pero, por principio, nos oponemos al sistema de cuotas, como pretenden hacerlo algunos voceros apristas, para forzar, mediante ley, la inclusión en las listas eleccionarias de jóvenes, ancianos, militares, discapacitados, etc.Efectivamente, si se trata de modificar un modo de hacer política, lo más coherente es que los propios partidos tomen la iniciativa internamente. Y no solo para convocar a más y más jóvenes a sus organizaciones sino para incluirlos en sus listas de postulantes a cargos públicos. Ello exige la voluntad de cambio por parte de los líderes antiguos, pero también la revisión de los mecanismos de democracia directa que dejen de lado el nefasto caudillismo.Por el contrario, poner una camisa de fuerza legal podría implicar que se escoja simplemente considerando la edad y no los méritos necesarios para acceder a un cargo importante. Además, se podría crear un precedente negativo, pues si se les da cuotas a los jóvenes, por qué no debería hacerse lo mismo con otros grupos de ciudadanos por razón de edad, sexo, etc.La oportunidad tampoco es propicia, ad portas de elecciones regionales y municipales y cuando, paralelamente, se pretende ampliar los plazos para el cierre de inscripciones. Esto colocaría a los organismos electorales en una situación de gran premura para recibir impugnaciones y para enviar el material electoral en los plazos previstos. Por todas estas razones, dichos proyectos tendrían que ser archivados o replanteados para incluir la mayor participación de jóvenes pero dentro de los propios partidos, a la hora de revisar la ley que regula a estas entidades fundamentales del sistema democrático.