La irrestricta impunidad con que la minería ilegal socavaba el suelo y el subsuelo de zonas cercanas a áreas protegidas de la selva peruana, como, por ejemplo, la Reserva Nacional de Tambopata, uno de los territorios con mayor biodiversidad del planeta, pareciera estar viviendo sus últimos episodios.Con el megaoperativo Mercurio, además, no solo se está poniendo fin a un largo periodo de depredación y bandidaje que afectaba directamente a nuestra selva, también se estaría erradicando un cáncer que definitivamente no decía nada bueno de la institucionalidad del Estado peruano. Hasta hoy este parecía incapaz de someter al imperio de la ley a las hordas delincuenciales y mafias mineras que han convertido estas regiones en nefastos territorios liberados, que nos avergüenzan ante la comunidad internacional, que así como la prensa local, le ha dedicado numerosos reportajes en medios de difusión masiva: campamentos o ciudadelas donde la trata de personas, la prostitución infantil, la sobreexplotación laboral, la corrupción de autoridades, el asesinato y el robo son el duro pan de cada día.