A 13 mil pies de altura (4 mil metros) la selva luce herida de muerte. Los aviones de la Fuerza Aérea vuelan en círculos y confirman lo que todos saben, pero nadie enfrenta: la minería ilegal continúa arrasando los bosques y matando los ríos en la región de Madre de Dios, en la frontera con Bolivia y Brasil. La herida de color marrón se disemina a lo largo de unas 18 mil hectáreas, y gran parte de ellas están próximas a áreas naturales protegidas.